1. Se añade sal común al agua, aproximadamente 4 gramos por litro de agua (una proporción nueve veces menor que la de la sal en el mar, en proporción parecida a la de una lágrima).
2. Una vez disuelta, se aplica una corriente eléctrica mediante el electrodo, la sal se convierte en cloro y, por lo tanto se obtiene el producto desinfectante necesario que destruye todos los microorganismos que pueda haber en el agua.
3. Una vez que el cloro ha cumplido su función como agente desinfectante se vuelve a convertir en sal, por lo que la concentración de sal permanece constante y sólo hay que hacer pequeñas reposiciones debido a la pérdida que se produce por los lavados del filtro.